Interdisciplinariedad y discapacidad
9 de octubre de 2012

Dibujar con palabras

Aquella noche Wan hablaba como si el silencio fuera una pared y las palabras unos colores destinados a embadurnarla.

Marguerite Yourcenar

Por: Dean Lermen.
Mi afición por las palabras, por el lenguaje, creo que está relacionada íntimamente con mi infancia, con las lecturas al atardecer y antes de ir a dormir, creo que esas historias y esa dulce y cálida voz aún me acompañan, creo que no hago nada distinto a recrearlas, vuelvo sobre ellas una y otra vez; después, el lápiz, desafiando el vacío de la hoja en blanco, garabatos, uno que otro trazo, al fin, un dibujo.

Una línea, otra línea, curvas, rizos y por supuesto color, más color…. Después descubrí la luz, la sombra, la perspectiva, pero pronto volví a la línea, en un trazo impecable, sin levantar la mano, desafiando el pulso: hacer una figura completa; silencio, largos años de silencio, hasta que los ojos se cansaron, ya no más trazos, no más luz ni color, todo a la memoria; de regreso al lenguaje, el de las palabras, los textos, los pretextos, el colegio y redescubrir la televisión y el cine, en un ejercicio cotidiano, familiar, filial; muchas voces, muchas imágenes, descripciones aquí y allá; largas y extensas conversaciones a propósito de las imágenes, de las fotos de una revista, de las gráficas de un libro, la película del sábado en la noche, las imágenes del noticiero, el primer estreno del cine en simultánea nacional y, a mi alrededor, hábiles y entusiastas descriptores: mis hermanos, los amigos.

Después, la universidad; ahí me encontré con Daniel Coronell, un genio de la gramática, de la crónica, en cualquier lenguaje, ya no el de las palabras, ya no el de las letras, no, el de las imágenes; fotos, pinturas, películas, videos; entonces empezamos por diseñar fotografía, hicimos audiovisuales, sin teoría, ni tutor, a pulso, entremezclando niños, superponiendo tarros de leche entre suaves y delicadas curvas femeninas, que se elevan, que se curvan y desafían la gravedad; atónitos, boquiabiertos, reíamos. Hasta el amanecer dibujábamos, otro audiovisual, acetatos, acrílicos… ¿qué tal esta imagen? ¿Togas y birretes? ¿y la paloma?….  Sí, ¿la paloma que de la vuelta, estás loco?, ¡necesitamos pintar como 20 palomas…el símbolo de la paz, sí!  Y ahora ponla a excretar monedas.

Después, Ignacio Greiffestein, el maestro de televisión, de periodismo de televisión, teoría, talento y, por primera vez, una máquina de edición al frente; a ellos, Daniel e Ignacio, solo genio y talento, les debo mi tercer encuentro con la televisión. Largas horas, esto es un plano, esto es un contraplano, una disolvencia, un picado, saca ese cuadro, esa secuencia quedó con un brinco, vuelve y empieza.

Ignacio, lo que se ve en televisión se escribe con imágenes, es otra realidad, lo que ves en la pantalla sólo existe en la pantalla, es otro mundo; Daniel, por supuesto, afuera cuando caminas por la calle sólo vez una cosa una vez, aquí de forma simultánea o alternando las imágenes construyes otra historia, el cazador que se inclina y apunta, después, la mira telescópica, otra imagen, una liebre que corre. Eso sólo pasa en la televisión.

Desde esta experiencia, de este aprendizaje, puedo intentar para HITN hacer posible la descripción de programas de televisión, donde se mezclan palabras, imágenes y textos para las personas que una vez decidieron renunciar a la luz y al color.

Hablar de personas ciegas o personas con baja visión y de cine y televisión, es absolutamente delicado y complejo; intentaré esta discusión desde dos grandes escenarios: el primero tiene que ver con el acceso a la información y a las comunicaciones y el segundo,  qué le puede interesar o atraer a las poblaciones con limitación visual del cine y la televisión.

Empezaré por la información y las comunicaciones. El cine y la televisión tienen su propio lenguaje, su gramática, una estructura propia para contar historias o para narrar, o para decir o informar sin historia.

Un programa de televisión o una película casi siempre llegan hasta nosotros como una pequeña torre de Babel; palabras, música, imágenes, silencios, negros, desenfoques, luz que satura la pantalla, lenguas y lenguajes que se confunden y se entremezclan… y nosotros intentamos lecturas y después conversamos, dialogamos, discutimos…

–       esta imagen…

–       aquel rostro…

–       ese primer plano sobró….

–       esas imágenes iban muy rápido…

–       cansan, saturan, dan ganas de cerrar los ojos…

–       la banda sonora espantosa…

–       la película no contó nada…

–       el director se repite, hasta ahí llegó.

Cine y televisión además de entretener, de distraer, de relajar, nos proponen arte, estética y a veces son ventanas para acercarnos a otros mundos, para mirar otros mundos, inclusive a veces la pantalla es un espejo o un laberinto que nos conduce a nuestro interior.

Cuando describimos video intentamos una traducción simultánea, queremos llevar al lenguaje de las palabras, desde la voz humana, el lenguaje de las imágenes; queremos que formas, siluetas, luces y color se puedan leer entremezclando sustantivos, adjetivos y verbos; nuestro ejercicio apunta a garantizarles a las personas con limitación visual el acceso a la información, en este caso a la información visual.

En este punto debemos diferenciar cuándo el director o el editor utilizan una imagen de apoyo o relleno, cuándo la imagen es insignificante, cuándo la película, la fotografía son esenciales, cuándo la imagen es el alma de la historia; esa imagen es la que nos interesa traducir en palabras, ahí nuestro ejercicio es casi mágico, somos prestidigitadores, hacemos poco menos que un milagro, es la mismísima transustanciación, invertimos el proceso, ahora de la luz al verbo.

La pluma es casi saeta, la descripción ágil, certera, breve, contundente, como un relámpago en medio del programa de televisión o de la película, procurando alterar lo menos posible el programa final, el guión original; delicado, sutil; por encima de todo la estética, la amabilidad para contarle a quien no ve el color de la piel, el color de los ojos, el tono del cabello, la forma de andar o de danzar; dibujando el género, el paisaje, montañas, ríos, océanos, astros.

¿Qué queremos ver?

¿Qué nos gustaría ver?

¿Es importante lo que expresa un rostro?

¿Nos atraen las líneas de la arquitectura?

¿Significa azul, rojo, verde?

¿Te aburre?

¿Te distrae?

¿Te desconcentra esta voz que intenta describir imágenes en un programa de televisión o en una película?

Entonces terminaré esta discusión hablando de las personas con quienes queremos encontrarnos, con quienes deseamos conversar, a quienes les proponemos este diálogo y de quienes nos gustaría conocer su respuesta; una palabra, un gesto, un ademán; porque describir video es contar otra historia, es una lectura en voz alta, es el lenguaje que como la luz viaja por la distancia y buscan, luz y lenguaje, un cerebro donde dibujar.

Las personas que no ven, que no ven bien, son absolutamente diferentes entre sí, se construyen y deconstruyen en sociedades, culturas y familias, diversas y disímiles; la ceguera o la baja visión no homogenizan. Cada persona con ceguera o con limitación visual es única e irrepetible y Él, ese otro, es quien decide si acepta nuestra conversación, si se constituye como interlocutor; Él, aceptará o no nuestro lenguaje y si es su voluntad crecerá y construirá junto a nosotros un medio de comunicación con una nueva gama de matices; sumaremos otra experiencia y la televisión y el cine tendrán posibilidad de enriquecerse con otro lenguaje.


[1]Cuentos Orientales