Música, Arte y Literatura
1 de octubre de 2012

¿Existe un “arte universal”?

Por: Jorge Sanmartín
Quienes hemos tenido alguna práctica en la enseñanza en las artes o en la práctica de las mismas, de manera permanente, siempre actual, nos interpelamos sobre si lo que enseñamos  hacemos o divulgamos es un discurso muerto o por el contrario vive y vibra de manera intensa en un momento presente y, si las viejas glorias con mas de 100 años son en realidad tesoros “universales”

Algo es claro; la creación humana que no vibra y palpita está muerta, y por más esfuerzos que hagamos para resucitarla esa resurrección solo se logra a través de la muerte y transfiguración; la metamorfosis o transformación. Puede que la creación, como sucede con cualquier ente, pese a haberse gestado haya nacido muerta, puede suceder también que pese a haber nacido viva haya tenido un corto período de vida y se haya extinguido sin mayores agonías.

Esta abstracción inicial acaso genérica en extremo se puede pensar aplicable a las expresiones humanas conocidas como “artes”: ¿Cuántos libros se han gestado y nunca han llegado a ver la luz?? , ¿Cuántos cuadros se quedaron en bocetos?, ¿Cuántas tonadas murieron en la cabeza de su autor sin haber surcado el espacio? ¿Cuántos poemas se recitaron, erráticos, sin lograr descender nunca a un signo repetible? y seguidamente: ¿Cuántas obras gozaron de popularidad en su época y hoy están muertas como quienes las gestaron y quienes las percibieron?

Lo excepcional es que la obra vea la luz y vibre hasta lograr intensidad propia, intensidad  tan contundente que su propio creador pierda el control sobre ella e inclusive se vuelva ajeno su revelación; bien conocida es la anécdota de Sergei Rachmaninov (1873 – 1943), pianista y compositor  ruso de finales del siglo XIX, quien compuso un concierto (el numero 2) para piano y orquesta que le lanzó a la fama internacional,  obra apasionada e intensa, de  la cual el propio compositor no se pudo librar el resto de su vida , llegando él mismo a aborrecerla pues aunque su escenario emocional  y técnico musical habían cambiado, el concierto y la fama  asociado al mismo casi le persiguieron y obligaban a interpretarlo a cada ciudad donde llegaba, despreciando los empresarios y el público sus obras posteriores , obras que a la luz de la musicología son mas interesantes y profundas que el mencionado concierto.

Existen otros ejemplos notables de obras “manumitidas” de sus creadores, los que quedan atados a sus creaturas, a dar explicaciones aún a despecho de su propia voluntad; ese es el riesgo de la genialidad y de en términos concretos revelar secretos de la condición humana a través del lenguaje del arte, cómo en la bella y metafórica tradición griega la inteligencia y genio humano son representados  en el titán Prometeo que es condenado por los dioses mayores a tormentos perpetuo por haber dado el conocimiento a los hombres.

Retornando al ejercicio cotidiano, semestre a semestre, de replicar el arte, en mi caso particular el de la música, la práctica de esta catedra me ha enseñado algo claro y contundente: un público joven y neófito en apreciación de las artes es el mejor  medio de diagnóstico, para saber si una obra está viva o muerta, el público “educado” se encuentra predispuesto y como un creyente, es posible que vea un dios viviente donde solo hay una imagen de yeso.

Sea del caso decirlo que el público educado con trazas y experiencias en su escenario emotivo es un público en donde, de entrada, existe un material con el que elaborar un dialogo cotejando experiencias y percepciones.

En el caso de la música  he comprobado, con al menos cuatro grupos de 20 personas cada uno, que la intensidad de la obra de Beethoven difícilmente tiene rival en un público joven; las sinfonías 5ª y 9ª  enfrentan al público, pegándole en el hombro por asi decirlo en una andanada de clamores inteligentes e intensos ( el sonido hecho música) de los cuales resulta casi imposible la indiferencia , aunque es música compuesta hace 200 años en promedio, cuento con la ventaja de que el lenguaje de la música occidental sigue siendo estructuralmente el mismo , y en ese sentido un grupo de rock compone con el mismo material con el que componían los románticos alemanes, aunque el contexto filosófico y social de cada momentos  y los destinatarios de la música sean sustancialmente distintos (inclusive excluyentes pues por ejemplo el concepto femenino de la literatura y musica europeas del romanticismo, se repelen con la liberación y concepto de una mujer estrella de comienzos del siglo XXI),   ello resulta una diferencia salvable dado que el lenguaje musical propiamente dicho es muy parecido: hay una tonalidad, ritmo, frases musicales, momentos climáticos y momentos anticlimáticos , lo cual hace que  el oído del estudiante ya tenga un entrenamiento básico para entender cualquier obra occidental y para experimentar de paso lo que significa que una obra sea “universal” esto es, que vibre por si sola sin necesidad de mayores presentaciones.

De igual manera, en el otro extremo,  existen otros compositores cuyas obras requieren esfuerzos mas allá de toda ética para su resurrección, simplemente dejaron de vibrar y no lograron superar los siglos independiente de que algún texto los recuerde o algún excéntrico los saque de su tumba en un ejercicio de necrofilia; llaman la atención cientos de compositores de corte que en su momento rivalizaron con Mozart y Haydn e inclusive fueron mas populares  en su época que estos gigantes del siglo XVIII.

Es importante dejar claro que en el veleidoso gusto humano hay infinidad de reacciones y de fanatismos que se dejan ver con brillo en el mundo de las artes y que demuestran la variedad misma del concepto de “vibrante” “genial” o “universal”; un ejemplo de ello es la ópera en Mozart de la cual aunque me  declaro confeso adorador, al mismo tiempo soy el primero en ser consciente de las dificultades que enfrenta un profesor que le presenta esta creación a una generación que de manera honesta no tiene ningún vinculo sacro con la ópera y le resulta extraño el lenguaje de arias y concertantes; lo interesante es que la música de Mozart es tan generosa y tan sencilla en su magnífica abundancia que tiene múltiples ejemplos de un éxtasis absoluto , en donde independientemente sea sacro o profano el texto, el receptor percibe que está escuchando  aquello que siente y que no logra poner siquiera en ideas claras.

Una buena idea para introducir cualquier lenguaje artístico es hacer énfasis en que un buen lenguaje que se precie de auténtico logra comunicarse con una esfera de quien percibe en donde el receptor esta normalmente “solo”, y en donde ordinariamente el lenguaje cotidiano no ingresa ni toca esta esfera; establecida la comunicación no hace falta confesión o sentido alguno, con que exista el vínculo se pude decir que existe una experiencia mas allá de lo práctico y cotidiano, esto es lo que considero una experiencia con un lenguaje artístico.

No es cierto que exista una época de belleza absoluta o un estilo definitivo; ello es una idea estrambótica y contraevidente con la naturaleza humana definitivamente voluble en gustos y rica en discursos que como se evidencia se pueden excluir entre si: la austeridad y trascendencia de Bach se choca de frente contra voluptuosidad de la opera verista italiana. El hombre de la calle de toda la música “pop” de la segunda mitad del siglo XX, es todo lo contrario al buscado y propiciado amaneramiento del barroco francés que busca la identidad por la diferenciación y repulsión de lo vulgar y lo mundano. En fin, un mundo de ritmo negro vertido en el siglo XX es el mas claro ejemplo de identidad y definitiva reacción a los ritmos blancos y valses de hacendados e industriales adoradores de un cristo ario y racista.

En el campo de la pintura piénsese en un cuadro de Caravaggio o de Rubens, comparado con  Kandinsky o con Gauguin; son dos épocas distintas pero el objetivo es común; hacer vibrar al receptor de la imagen.

Lo que si es cierto es que algunos creadores no solo han llamado la atención de su época sino que han logrado superar varias generaciones de receptores de sus palabras, imágenes y/o sonidos  y las pasiones que despertaron o explotaron no son simples juegos o escándalos de época, haciendo absoluta claridad en que la universalidad no tiene filiación política ni religiosa, y si la ha tenido o la tuvo en su momento de gestación y nacimiento, está llamada a decolorarse en nuevas generaciones que oyen y ven un mensaje nuevo cada vez, por retórico que parezca esa es la experiencia de alguien que oye por primera vez el Mesías de Handel o la sinfonía Haffner de Mozart; es la prueba del genio humano que se conecta una y otra vez con la esfera emotiva de quien lo percibe.